La pena es el freno de mano del débil. La tristeza es la aliada del diablo, decían los santos con mucha razón. La amargura es el sentir del españolito medio que pierde la confianza.
Siempre hay que confiar en uno mismo. Es nuestra cortesía con lo humano. Creer en nosotros es creer en el hombre y dotarlo de futuro. El frío de estos días quiere maniatarnos y paralizarnos. El clima quiere contagiarse de la desesperación generalizada.
Las noticias económicas que nos llegan de todos los ámbitos quierern congelar nuestras ilusiones, nuestros sueños. La desconfianza comienza por ser una enfermedad contagiosa que debuta con el síntoma de la inseguridad y se acompaña casi siempre de la incertidumbre.
Ayer no era rico, hoy no soy pobre, ymañana Dios dirá.
Me niego a quedarme inmóvil ante las dificultades de la realidad.
Lo grandioso de lo humano se nos muestra a diario. Visiten un hospital y comprueben la bendita generosidad de las personas, la caricia de lo cercano, la apuesta por el rayo débil de esperanza. En la dificultad la grandeza de lo humano encuentra su sitio.
Debemos seguir poniéndo nuestro mayor interés en nuestra labor diaria y pequeña. Si confiamos en lo cercano, lo lejano no se sentirá perdido.
La inteligencia y la pasión colectiva de las personas sumará y se enfrentará a la incertidumbre. Piensen por ejmplo en Obama, la gran esperanza de la civilización occidental. Está confeccionando estos días su equipo, y en ningún momento ha emitido un mensaje de desánimo, resignación o derrota. Su lema "Yes, we can", es un canto a la esperanza en el hombre.
No dejemos pasar un día sin plantar batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario