martes, 24 de febrero de 2009

La muerte huele a dinero


La muerte es la cortesía de la eternidad. Disfrutamos haciéndola esperar. Los médicos trampean nuestros días y los enterradores se sientan a esperar. Todo es natural cuando la vida invita a poner su broche final de una forma serena. Cuando se cuela lo trágico, lo criminal, lo gratuito, lo innecesario, lo precoz en el hecho de morir de cualquier persona, el mar sereno se convierte en tempestad.
Todo cambió cuando morir pasó de ser un acto íntimo a un espectáculo de masas. La naturaleza de ese último acto se adulteró y ahora nos encontramos donde estamos. Se retransmiten muertes reales o figuradas a todas horas, en todas partes y para todos los gustos. Y claro, todo perdió su sentido. Lo que se entendía que era motivo para el dolor compartido, y hecho para pensar en las postrimerías, se ha convertido en escaparate y ocasión de adquirir notoriedad. Por desgracia, muchos medios de comunicación han elevado la vulgaridad a rango de noticia, y han querido revestir de interés periodístico lo que siempre se entendió como miseria humana. Ni la vulgaridad ni la miseria pueden ejercer nunca ninguna labor educativa ni formativa, son ajenas a la dignidad humana. Todo se elevó a la enésima potencia cuando el dinero acabó de adulterar todo.
El caso de Marta del Castillo o el de la pequeña Mariluz son tragedias humanas, que desgraciadamente han sido elevadas a noticias de “prime time” y han arrebatado la intimidad del dolor a sus familias. Bajo un falso interés por las personas, el dinero ha dictado la orientación de la noticia. Por mucho que me duela, y parezca un título de espagueti-western, la muerte en nuestros días huele a dinero.

martes, 17 de febrero de 2009

El Málaga


El Málaga es la poesía del fútbol español en estos momentos. Versos libres, con la única rima de la sencillez. No necesita de endecasílabos en forma de euro, ni rimas consonantes con ecos de equipo poderoso.
El maestro Tapia esconde bajo su bigote canoso y sus gafas de docente la sabiduría del que se ha hecho a sí mismo. No le han regalado nada. Ningún notario abrió los legajos de una herencia en suerte de su época de jugador ni nada que se le parezca. Amante del fútbol, sólo se sorprende con los futbolistas, y les cede todo el protagonismo. El perfil bajo que le aplica la prensa deportiva oficial, lo vacuna frente a la hoguera de vanidades en la que se ha convertido la liga profesional.
Al principio fue el balón, como dice Jorge Valdano, y esta temporada el Málaga se ha mostrado como su gran protector. Todo por el balón, pero con el balón. Una especie de despotismo ilustrado inverso es el que ejerce el club de Martiricos. Estructura de equipo, defensa solvente, bandas atrevidas, centro del campo logístico y delantera certera. Disfrutan jugando y eso se nota.
Lo de menos es que obtengan plaza europea en su clasificación, lo demás es su fútbol. El pasado fin de semana en la ciudad del Turia, el fútbol se hizo poesía de nuevo, con una metáfora que fue Eliseo, un epíteto encarnado por Luque, la hiperbole de Duda y el hiperbatón del resto del equipo. Larga vida a este Málaga, larga vida al fútbol.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El piso


El piso es el pedacito de cielo al que aspira todo español. Desde los romanos, todo el que vive en nuestro suelo patrio tiene gusto por la parcelita, las paredes y el tejado rematado. Vino posteriormente la escritura y se coló en nuestras pesadillas la hipoteca.
Nuestro gusto por la propiedad parece que la llevamos en los genes. Tanto es así, que el que alquila calla y el que compra canta. Con ese substrato no es difícil generar burbujas inmobiliarias y demás aventuras del ladrillo. En nuestro censo debe haber más amantes del cemento y el palustre que en ningún otro europeo.
Lo de los últimos años posiblemente no haya tenido parangón en ninguna otra época conocida. El dichoso pedacito de cielo se convirtió en un auténtico infierno. Comprarse un piso era misión imposible. La necesidad ineludible de la compra, al precio y condiciones que fueran, era directamente proporcional a la dificultad de acceso a la misma. A mayor dificultad, mayor necesidad nos generaba.
En toda esa locura económica, existían unos “afortunados”. Esas personas tan envidiadas eran las que por sorteo, accedían a pisos de protección oficial (vpo) que representaban la oferta razonable y justa de acceso a una vivienda. No eras para menos. Por eso cada premiado, gritaba e incluso lloraba de alegría, con el resto de los mortales maldiciendo su buena suerte.
Conocemos en estos días que a los que les toco la “primitiva” inmobiliaria ni pueden cobrarse el premio, porque ni les dan dinero para comprar el boleto. La realidad ha obligado a replantearnos nuestro amor por la escritura y el ladrillo. Sólo nos quedan los ecos de los gritos de alegría de aquellos premiados y los sollozos de los que en la actualidad salen de los bancos sin un euro.

martes, 3 de febrero de 2009

El tornado


El viento es el baile del aire. Sólo cuando escucha la música de las presiones atmosféricas, comienza con los pasos de ese suave danzar. No gusta de pareja y le gusta ir por libre. La lluvia lo hace previsible y la temperatura le resta protagonismo. Acostumbra a balancearse a diario con baladas dulces, pero en ocasiones gusta desmelenarse. El tornado es la versión roquera del viento.
Nos gusta escuchar a Elvis Presley pero nos asusta el movimiento de caderas frenético del viento.
El domingo pasado el mismísimo rey del rock and roll del viento visitó Málaga. Maldita la hora. No se le esperaba. Nadal entre sudor propio y lágrimas del contrincante nos había alegrado un día gris, lluvioso, digno de olvido. Pero el maldito movimiento de caderas del viento fijó ese día en la historia particular de nuestra ciudad.
No le gustó nuestra compañía y la emprendió con tejados, ventanales, coches, circos y demás invitados a los que no les apetecía bailar a ese infernal ritmo. A Dios gracias, no le gustó el recibimiento que le dimos y se fue de la fiesta plomazo que fue el domingo pasado con la misma prisa que con la que vino.
El alocado tornado generó pánico, supuso destrucción y pudo teñir de trágico ese día que quería irse a dormir.
Los malagueños afectados quieren ver de nuevo al malabarista acabando su número bajo la carpa humilde de su circo, pero sobre todo quieren asomarse a su terraza y no recibir la bofetada del rey del rock and roll del viento.