sábado, 30 de mayo de 2009

Eurovisión


El Festival de Eurovisión es la verbena cateta del viejo continente. Lo que nació con la intención de unir a través de las ondas y las melodías, se ha convertido en una fiesta hortera de nuevo rico.

Dinero, gran cobertura mediática, puestas en escena excesivas, para dar cobijo a las aspirantes del top-manta.

No tiene sentido en estos tiempos, tanto derroche económico y de vulgaridad. No necesitamos a Eurovisión para hacernos una idea de los estonios. De eso se encarga Internet y los viajes de “low-cost”.

El año pasado, Chikilicuatre, se descojono de ellos, cuando todo el mundo le hacía críticas sesudas del fenómeno friki.

En esta última edición, nuestra triunfito Soraya, enfundada en un traje de patinadora, con una felicidad postiza y encantada de haberse conocido, volvió a fracasar. De nuevo tenemos una nueva excusa. Los votos no nos acompañaron pero la solista situó a Televisión Española en el centro de la polémica.

Todos estos dimes y diretes le permitirán a la triunfito pasearse por varios pueblos de nuestro suelo patrio, que no es poco en estos tiempos de estrechura. El déficit de TVE seguirá creciendo, pero sólo nos consuela que la vida laboral de Uribarri seguirá creciendo. O sea.

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