miércoles, 15 de julio de 2009

Carmen


Carmen es nombre de mujer. De besos, caricias y momentos compartidos. Por suerte, todos tenemos una Carmen en nuestros días. Al paso que vamos, los funcionarios de los registros civiles se extrañarán cuando una nueva Carmen quiera ser inscrita. Ese honor se lo deberemos a las telenovelas y demás productos derivados, que tanto influyen a la hora de decidir sobre el nombre de los niños. No sé si Kevin Costner bailó con muchos lobos, pero madre mía lo que ha dado de sí el nombrecito. O acuérdense de Máximo nuestro gladiador favorito o alguna que otra Jennifer.

Hoy me veo en la dulce obligación de hablar de las "carmenes", porque mi madre se llama Carmen, tengo también muchas familiares y amigas que se llaman así, y vivimos en Málaga, que tiene una especial devoción por la Virgen del Carmen. A todas las "carmenes" felicidades y en su honor recordaré la preciosa historia de esta advocación de la Virgen.

El Carmelo es un monte en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea. En sus faldas existen multitud de grutas, y desde hace siglos han sido lugares propicios para la vida de numerosos eremitas. Allí el profeta Elías, antes de la llegada de Jesucristo, defenció la creencia en un único Dios verdadero. En ese monte también apareció la orden de los Carmelitas, que desde su origen creyeron en la Inmaculada Concepción de la Virgen María, muchos siglos antes del reconocimiento del dogma.

Por la invasión de los sarracenos, los carmelitas se vieron obligados a abandonar su monte. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los marineros, antes del desarrollo de los instrumentos de navegación, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con la Virgen María quien como, estrella del mar, nos puede guíar por las aguas difíciles de la vida.

Le doy gracias a la Virgen del Carmen de que mantenga a mi lado a mi madre y pueda seguir sintiéndome orgulloso de ella.

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