El rancho californiano de Neverland era el único sitio pijo del mundo en el que dejaban pasar con calcetines blancos. Las famosas "escayolas" fueron siempre signo de vulgaridad, o así lo creyeron miles de porteros de todo tipo de discotecas y locales de música al uso. Hasta que llegó el genial Michael Jackson y a base de bailar entre "muertos-vivientes" con los denostados calcetines y se atrevió a vender más de 100 millones de discos de su "Thriller". Le dió igual que no lo dejaran pasar a ninguna discoteca porque la música era él.
Su infancia no fue fácil, le mostró su camino en la música, y lo hizo un tipo duro, pero nunca pudo llegar a pensar que lo que vivió en su casa sería una broma comparado a lo que tuvo que soportar posteriormente.
Su talento musical lo hizo convertirse en el "rey del pop". Su apuesta por la innovación hizo que fuera un auténtico visionario con su apuesta por los video-clips. Los 13 minutos de Thriller son como un clásico en la historia de la música visionada, y no sólo oída. Los ochenta fueron su época. Seguro que le hubiese gustado parar el reloj de su vida en aquella época. La plenitud musical y el éxito le llegaron muy pronto y muy joven. Insisto muchas veces en que los hombres no estamos hechos para el éxito, nos reconocemos más en el fracaso.
Todo lo que después le deparó la vida fue una auténtica pesadilla. Desde su discutido vitiligo, sus relaciones de pareja, con su familia, con sus hijos, las acusaciones de pedofília. Todo se conjuró contra de él, y lo convirtieron en una persona excéntrica, extraña, poco cercana.
Es justo recordar su contribución a la música y recordar más sus millones de discos que los escasos kilos que pesaba o esa amalgama de fármacos en los que se convirtió sus ultimos momentos de vida.
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