jueves, 21 de enero de 2010

Un año no es nada


Que veinte años no son nada clama el famoso tango. Un año lleva el presidente Obama en la Casablanca y su administración gobernando al pueblo estadounidense. Indudablemente la constatación de este hecho no dejaría de ser circunstancial si no se tratara del personaje en cuestión.
Tras el juramento de Obama en aquella fría mañana de invierno en Washington, comenzaba un periodo en el que millones de personas depositaban sus expectativas, aspiraciones y esperanzas en él. Nunca antes ningún presidente americano había contado con ese capital de confianza para cambiar las cosas.
“Yes, we can”, rezaba su eslogan de campaña, entendiendo que las personas son capaces de sobreponerse a las circunstancias adversas si creen en sus posibilidades.
Es el primer mandatario negro en un país en el que los suyos tuvieron un camino muy difícil. Él asumió esa gran responsabilidad y comenzó a trabajar. Qué podemos decir un año después. Obama por fin ha podido adquirir contornos reales. La política económica en un entorno de crisis es muy complicada, las libertades en el mundo deben seguir siendo defendidas, la paz y el desarrollo sostenible piden a gritos atención, y todo ello ha mostrado a un Obama más cercano, más vulnerable y menos idealizado. Si verdaderamente a través de su gestión quiere contribuir al desarrollo de las personas y los pueblos, no es malo que pierda enteros en su sobrevalorada imagen. Si el camino que elige es el de salvaguardar su imagen, errará en la elección y se convertirá en un líder con los pies de barro, poco auténtico y nada creíble.
La realidad nos pone a cada uno en nuestro sitio, incluso a Obama. Que no desespere, que veinte años no son nada, así que un año, menos que nada.

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