lunes, 22 de febrero de 2010
La nube de la gasolina
jueves, 18 de febrero de 2010
Acuarela malagueña
La lluvia dibuja la acuarela malagueña diaria. Tanta agua se está arrojando al lienzo, que todo está desdibujado, y vamos a tener que ir a un museo para ver el sol. La humedad empapa nuestras paredes y nuestros sencillos ríos abandonan su versión vertedero, mostrando su lado más salvaje.
Y en esto que el pasado martes un ficus de la Alameda Principal de Málaga se cayó como consecuencia de esta lluvia pertinaz. Tenía una antigüedad de unos 150 años y estaba en buen estado según informaron desde el Ayuntamiento. Su altura era de 25 metros y la copa tenía entre 25 y 30 metros de perímetro, mientras que el tronco tenía un perímetro de 2,5 metros y un diámetro de 1,20 metros.El pobre ficus se hundió primero sobre su base y posteriormente cayó al paseo central de la Alameda. Al caer, rompió otros dos ficus de menor tamaño de la acera norte del paseo central de la Alameda.
El peso del cepellón, más los dos primeros metros del malogrado ficus, era de 13.000 kilos y fue serrado por efectivos de los bomberos de la ciudad que sueñan con colgar el teléfono.
El cepellón del árbol se llevó al Jardín Botánico-Histórico de La Concepción para su estudio y recuerdo.
El agua es avara y se reserva toda la atención para ella, pero el caído ficus se merecía este verso suelto. Ciento cincuenta años son muchos y qué menos que una estrofa asonante al que tanta sombra procuró de forma tan callada y poco exigente. Ser malagueño y no tener un ficus en su vida, es como pretender correr los sanfermines sin pañuelo rojo. Por eso nos duele.
Nunca llueve a gusto de todos, pero los paragüeros le han puesto un piso al hombre del tiempo y en esta época de crisis, algo es algo. Descanse en paz malogrado ficus.
jueves, 11 de febrero de 2010
Canción triste del euro
La cuna de la civilización occidental, la querida Grecia, pasa por enormes dificultades económicas porque los nuevos bárbaros bursátiles y su desacertada gestión han complicado en exceso su capacidad productiva y han minado su credibilidad. Europa ha salido presta a su rescate, y ha recordado a nuestros queridos griegos que la verdad y la honradez deben presidir su planificación económica.
En España nunca nos gustó el euro, porque sustituyó a la moneda de 20 duros, y eso nos afectó mucho. Preferíamos que la famosa dorada moneda fuera la referencia para los cafés, el pan y diversos bienes de consumo, mucho más que el altivo euro. Pero somos conscientes de que sin el euro no somos nada. Necesitamos esa armadura para poder enfrentarnos a los retos económicos presentes y futuros.
El euro está llenando ahora la escena con dramas y tragedias. Aplicando sentido común, responsabilidad y austeridad volveremos a vivir entremeses y comedias varias con el euro, que se habrá convertido en sólido caballero y habrá abandonado su papel de doncella.