miércoles, 21 de abril de 2010

Las cenizas islandesas


Islandia es la nota al pie de página del libro europeo. Sólo la leen los estudiosos, y eso les molesta. Para muchos no deja de ser un buen país para un documental del canal "Viajar".
Reykjavik, la capital de Islandia, había sido en los últimos años un modelo para todas las ciudades del mundo por el crecimiento de su renta y su respeto medio ambiental. En la última década, este pequeño país de 313.000 habitantes había sido un ejemplo a copiar, una de las economías pujantes de Europa, la sexta nación más rica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El país ha cambiado totalmente en las últimas dos décadas. El mayor salto se produjo en 2003, cuando los mercados financieros fueron menos regulados y la banca fue privatizada. Su modelo de crecimiento ha sido erróneo, vista la manera en que la crisis financiera mundial ha golpeado a sus habitantes. El mal planteamiento de los fondos de inversión libres y su escasa regulación han provocado unas deudas que el Banco Central de Islandia no puede levantar por su escaso músculo financiero.
Las instituciones públicas denuncian el mal que ha hecho la especulación en el país, pues muchos negocios no han sido más que operaciones especulativas. La cuestión que planea sobre el país es que todo fue bien cuando había liquidez en los mercados, pero ahora que el sistema financiero mundial se abrocha el cinturón, han aflorado todos los problemas que supone refinanciar unas deudas tan inmensas.
Piden ayuda al robusto euro, y la Europa rica sólo tiene ahora ojos para la malherida Grecia.
Herida en su orgullo, las entrañas de Islandia, a traves de la erupción de un volcán de nombre impronunciable, ha dispersado sus cenizas por el cielo europeo, para así convertirse en la protagonista.
Muy a pesar de los islandeses los aviones no han podido surcar los oceános celestes y su parada técnica ha golpeado a las economías europeas, incluídas la española y la malagueña con su menos concurrido Festival de cine.
Islandia es la metáfora de la crisis globalizada con aspiraciones verdes, olvindándonos de lo vulnerables que somos a las cenizas de las entrañas de la tierra.

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