miércoles, 28 de septiembre de 2011

Medicina basada en el Humanismo. Resumen del capítulo: Salud 3.0

La enfermedad durante muchos siglos fue cosa de dos: el enfermo y el médico. La persona quebrada en su salud acudía a relatarle al profesional la historia de su enfermedad. La palabra era el gran instrumento con el que contaban los dos. La comunicación entre ambos semejaba al encuentro íntimo entre dos personas que compartían lo más importante de ambas. Las palabras adquirían el valor de lo imprescindible para poder transmitir el mal y buscarle solución al mismo. La estructura narrativa del relato de la enfermedad por parte del paciente convertía al médico en un auténtico experto en la literatura esencial de los cuerpos y las almas. Analizando cada relato podía llegar a lo relevante de la enfermedad de la persona en concreto, y convertir sus palabras en síntomas y signos, que ayudarían de forma indispensable a construir un diagnóstico que le procurara una posible respuesta en forma de tratamiento por parte del médico. La palabra era el centro de este encuentro. Mimando las palabras se cuidaba a los hombres. 


El desarrollo tecnológico que las diferentes ciencias estaban procurando a lo largo de los siglos, llegó a sus más altas cotas de éxito en el siglo XX. La tecnología puso a disposición de la ciencia médica lo que se vino en llamar “tecnologías diagnósticas”. A través de diferentes pruebas podíamos conocer realidades internas del hombre sin poner en peligro su integridad,  con las pruebas de laboratorio o las pruebas radiológicas. A partir del 1895 de la mano de Roetgen y el descubrimiento de los rayos X, el cuerpo del hombre comenzó a convertirse en visible. Todo un cambio de paradigma que revolucionó las posibilidades de estudio del paciente. La palabra no era la única transmisora de información en el proceso de enfermar. Muchas veces ya se convirtió en espectadora silenciosa. El cuerpo humano paso de ser el protagonista a convertirse en un auténtico “objeto” de estudio por parte del médico que se valía de las nuevas pruebas diagnósticas.
Desde ese preciso momento el encuentro entre el médico y el enfermo se vio modificado en su esencia, la tecnología era un invitado imprescindible y permanente. A veces, ella se convertía en la amiga necesaria y en otras ocasiones sólo en la “cotilla” prescindible. En todo caso, ya nada volvió a ser igual. La tecnología invadió la Medicina y silenció la palabra, menospreció el tacto y restó valor a la mirada. Era el pago necesario para valerse de los beneficios de convertir al hombre enfermo invisible en sujeto biológico visible. Desapareció para siempre la intimidad entre los protagonistas del proceso de enfermar y sanar.
La Medicina abrazó en un momento de su historia los postulados de la ciencia, y su avance fue parejo al desarrollo del conocimiento. A mayor desarrollo del mismo, mayor beneficio real y potencial para las personas que acuden al médico para buscar solución a sus enfermedades. La gestión del conocimiento se ha convertido en factor clave en las últimas décadas del siglo XX y la primera de este XXI. Si somos capaces de poner al servicio del médico los conocimientos y técnicas más avanzadas para el diagnostico y tratamiento de las enfermedades, éste podrá enfrentarse con mayor éxito a los problemas que les plantean los pacientes. Ya no hay vuelta atrás. El paciente exige que las posibilidades que ofrece la nueva sociedad tecnológica y científica se pongan a su alcance y el que el médico las utilice con el mejor de los criterios y prácticas extendidas y probadas. En estos momentos una medicina sin tecnología es una medicina condenada al fracaso y por tanto a la desaparición. Sólo renuncian a la tecnología aquellos que no pueden costearla y los que no encuentran las respuestas a sus males.
Las nuevas tecnologías GRIN: Genómica, Robótica, Infonomía y Nanotecnología, han diseñado un nuevo marco de relación médico-enfermo, que están revolucionando el presente y sin duda serán protagonistas del futuro de la atención sanitaria.

Internet en estos momentos es el que está revolucionando nuestras vidas. Son los rayos X del siglo XXI. Es el nuevo protagonista invitado al encuentro entre el médico y el enfermo.
Gracias a los últimos avances que se han acometido en la “red” (como comúnmente se conoce a Internet):  rapidez, comodidad, accesibilidad y bajo coste, estamos en una auténtica comunidad global de personas, sueño ilustrado de los nuevos profetas del desarrollo tecnológico.
La revolución que está obrando internet en la relación médico-enfermo es de tal calado que todavía no podemos conocer sus consecuencias finales. Eso sí, ya nada volverá a ser igual. Los pacientes van a ser de forma definitiva los auténticos protagonistas de esta nueva revolución que no puede dejar fuera al profesional sanitario. No podemos volver de nuevo a la asimetría en la relación, pero esta vez siendo el enfermo el protagonista poderoso.
El nuevo profesional que requiere esta nueva sociedad 3.0 es un profesional que esté dispuesto a compartir certezas e incertidumbres, con un buen  manejo de las nuevas tecnologías, buenas dosis de humildad, y tremendas ganas de colaborar en generar conocimientos y compartirlos.
En este nuevo escenario emerge el modelo de decisiones compartidas, que se basa en considerar el encuentro clínico entre profesional y paciente como una reunión entre expertos. El profesional es un experto en identificar enfermedades, mientras el paciente es experto en experimentar su enfermedad. Este encuentro donde se comparte información (intermediación)y se alcanza un acuerdo sobre las decisiones a tomar, se relaciona claramente con una mejora en los resultados de salud , maximizando los beneficios del apoderamiento del paciente y minimizando sus riesgos.

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