miércoles, 9 de diciembre de 2009

La Navidad


La Navidad en Occidente nos invita a ser el hermano mayor que siempre quisimos ser. Digno, justo, libre, vulnerable, sensible, accesible, amoroso, veraz y humano. Y todo esto no es por mera casualidad. La civilización occidental que comenzó a andar con el amor a la belleza y las ideas nobles de los griegos y la administración y justicia romana, conoció el hecho histórico del nacimiento de Jesús en Belén, el Dios hecho carne. Por ese niño Jesús, y la transcendencia de su mensaje, la Navidad para cada uno de nosotros es especial.
Es un momento para reencontrarnos con nuestra mejor versión, para evaluar nuestra vida y retomar nuestras tareas con ideales más elevados que los que nos confunden en el día a día. Es un tiempo para a amar sin límites, pero sobre todo para ser amado. Y eso nos encanta.
Me niego a creer que la Navidad tenga algo que ver con las luces de las ciudades, la escalada consumista, las comidas de empresa, el "gordo" o el "calvo" de la lotería o los calendarios horteras de bomberos y demás parroquianos. Me sublevo por principios y por no pactar con lo hortera.
La crítica a la Navidad es una carga de profundidad contra nuestra civilización occidental, que asume sus miserias y equivocaciones, pero que señorea sus logros. El reconocimiento y defensa de la dignidad de cada hombre, de todos los hombres, en nuestros días y en la historia que le reste a la Humanidad se lo deberemos a ella. La posmodernidad con su afrenta a la verdad y el multiculturalismo excluyente, hijo de la misma, sin duda hacen más daño que el capitalismo feroz. Pero no podrán con nosotros, porque cada día seguiremos queriendo ser mejores, y en Navidad, más si cabe.
Feliz Navidad a todos.

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