martes, 22 de septiembre de 2009

Programa Humanitas

Con el fin de generar un ambiente favorable a la presentación de mi libro "Lágrimas de papel", expongo a continuación el apéndice que incluyo en el mismo denominado "Programa Humanitas". Es una propuesta pedagógica que tiene un carácter netamente humanista. En entradas sucesivas iré incluyendo los libros que recomiendo. Es lo menos que puedo hacer por mis pocos pero sufridos lectores. Confío en que os guste:



El humanismo nos propone un brindis. Ese ideal de integralidad objetiva e integridad subjetiva, de superabundancia enriquecedora de sí mismo y de los demás[1], no quiere perder su oportunidad en este principio de siglo.

Pese a su influencia en casi todos los campos de la civilización occidental, pocos conceptos resultan tan controvertidos como el del humanismo. En su carácter básico puede ser definido como una corriente de renovación cultural surgida en la Italia del siglo XIV, que adoptó como modelo y fuente de inspiración la antigüedad grecolatina.

En la actualidad existen un gran número de interpretaciones respecto a este fenómeno histórico que entorpecen su estudio. Ejerció una gran influencia, a partir del siglo XV, en diferentes y variados dominios como fueron la educación, la literatura, el arte, la música, la política, la filosofía o el derecho, y nadie discute este hecho. Ahora bien, dada la complejidad del estudio de los orígenes históricos del mismo, no es fácil encontrar una única visión esclarecedora de sus fundamentos y propósitos últimos.

La confusión tiene su raíz en el término en sí. Tanto es así, que los hombres del Renacimiento y los que lo precedieron en este movimiento nunca utilizaron la palabra humanismo. El término fue forjado en 1808 por un pedagogo germano, F.J. Niethammer, para expresar la necesidad de mantener un sistema educativo basado en el conocimiento de la lengua y la literatura grecolatinas, amenazado por la creciente demanda a favor de una formación más científica y más ceñida al interés por lo práctico. El debate no ha perdido vigencia en nuestros días. En la actualidad nadie utiliza el término humanismo aplicándolo a un proyecto educativo concreto que pretenda desarrollar. Hoy, cuando se aluden a materias ajenas a las ciencias, se prefiere utilizar la palabra humanidades, traducción casi literal de la palabra inglesa “humanities”. Este término ha desplazado al grupo de disciplinas englobadas en las denominadas letras o bellas letras, término de origen francés, que se utilizaba hace décadas. Con esta apuesta por el término inglés en detrimento del francés, se pretende de alguna forma revestir de un nuevo academicismo el estudio de las viejas materias como la filología, la filosofía, la historia y las lenguas antiguas.

La experta María Morrás[2], afirma que el humanismo como movimiento enmarcado en un periodo histórico bien delimitado fue, ante todo, un ideal de civilización basado en el convencimiento de que el hombre alcanza su plena humanidad a través de un proceso de asimilación de un modelo cultural inspirado en la Antigüedad, que va más allá de una mera intelección de unos conocimientos concretos. Ese ideal se trasladó muy pronto a la práctica de un proyecto educativo que se denominó “studia humanitatis”, de ecos claramente ciceronianos, y que se interesó por la gramática, la retórica, la filosofía moral y la historia, en contraposición a los estudios de metafísica y teología que ocupaban gran parte de los contenidos educativos de la época. En esos momentos de apuesta decidida por la renovación destacan Petrarca, guía y maestro de los primeros humanistas, Bruni, Valla, Pico della Mirandola y Alberti, conocido como el primer hombre universal del Renacimiento. En todos sus textos, pese a la diversidad de cuestiones que tratan, se aprecia una atención preferente por el lugar del hombre en el universo, su relación con la realidad, el papel de la educación y su materialización en la lengua, como puerta de acceso a todo conocimiento.[3]

La cultura europea actual es, en buena medida, resultado de aquella denominada humanista. La civilización occidental se pudo construir gracias a las contribuciones indispensables de los hombres que se dedicaron a ese ideal. Sándor Márai en su libro “Tierra, tierra”, profundiza en esta línea: “Porque ése ha sido el mayor regalo de Europa a la humanidad: el humanismo. El término huele a seminario, sabe a biblioteca… Sin embargo, por más que las grandes culturas y las civilizaciones lejanas hayan creado también su visión del mundo moral y metafísica, sólo en Europa el humanismo ha supuesto una exigencia vital y determinante de las vidas humanas, los destinos, las actitudes intelectuales y espirituales y las relaciones sociales. ¿Qué es el humanismo? Una medida humana. La constatación de que el ser humano es la medida de todas las cosas. La constatación de que el ser humano es el sentido último de la evolución, el desarrollo y el progreso (si es que tales conceptos existen, y si es posible que alguna vez el ser humano llegue a dominar los instintos que arrastra desde las cavernas). Una actitud humana que no espera ninguna respuesta mágica o milagrosa al problema de la muerte, ni pretende la solución de los problemas terrenales mediante fuerzas sobrenaturales”.[4]

Una vez hecho un breve recorrido histórico, nuestra apuesta por el ideal del hombre humanista en pleno siglo XXI es rotunda y unívoca. Entendemos que el humanista encarna de forma egregia la unidad profunda de ser culto y social a la vez. El ideal humanista engrandece a la persona por hacerla más cultivada, y por tanto más libre, y le muestra que necesita vivir en sociedad contribuyendo a la construcción de la misma. En palabras del filósofo español Fernando Savater: “nadie llega a convertirse en humano si está solo; nos hacemos humanos los unos a los otros”.

¿Qué aportan las disciplinas humanistas, lo que serían ahora los “studia humanitatis”, al ideal humanista? La respuesta es sencilla: buscan aficionar y desarrollar hábitos de captar lo verdadero, apreciar lo bello y encarnar lo bueno, mediante la presentación adecuada de contenidos y ejemplos fundamentales. La Filosofía enseña a buscar el qué, el por qué, el cómo y el sentido de la realidad; el Arte enseña a apreciar y comprender la belleza; la Ética muestra el camino apropiado y busca a la justicia; la Literatura enseña la síntesis de la belleza, la verdad y el bien; la Historia enseña a incorporar la sabiduría de los que nos precedieron con prudencia; el estudio de las lenguas, la Filología, nos abre a otros mundos culturales con sus referentes específicos. Podemos afirmar que una persona que adquiere los hábitos y los contenidos de esas grandes áreas de conocimiento está en disposición de poseer una personalidad equilibrada, que centra todo su interés en las personas y pretende contribuir desde su posición a la construcción de una sociedad más justa, libre y solidaria. De nada serviría recitar a Homero y pasar indiferente ante el sufrimiento ajeno. No estaríamos ante un auténtico humanista.

Estamos con el filósofo francés del siglo XX, Maritain[5], cuando afirma: “el nuevo humanismo que buscamos, debe ser tanto más humano cuanto menos adora al hombre, y respeta real y efectivamente la dignidad humana y reconoce el derecho a las exigencias integrales de la persona”.

Nuestra apuesta personal pedagógica es el “Programa Humanitas”. El objetivo fundamental del mismo, es contribuir a la formación humanista del profesional sanitario, que por motivos obvios debe enfrentarse tan a menudo con el dolor y el sufrimiento humanos. Utilizando la disciplina humanista de la Literatura pretendemos suscitar el interés del lector por la belleza, la verdad, la justicia, el bien, la felicidad, la alegría, el amor, el dolor, el sufrimiento, la comprensión, la compasión y la solidaridad. Proponemos la lectura de 20 libros que suponen un paso básico y obligado para cualquier profesional sanitario que entienda su profesión como una vocación de la que no puede sustraerse.

Nuestra propuesta educativa comprende la lectura de las siguientes obras:

- Francisco Umbral. “Mortal y Rosa”. Editorial Planeta. Barcelona 2007.


La muerte de un hijo posiblemente sea una de las pruebas más grandes que se le puede presentar a un hombre. Esta novela fue escrita en el año 1975, después del fallecimiento del hijo del escritor. Para la mayoría de los expertos en el genial escritor madrileño, es su obra cumbre. En ella aparece el Umbral más cercano, herido en lo más íntimo de su ser, y divisamos al escritor en el que se iba a convertir: todo un gigante de las letras.

Es necesaria su lectura, y en especial para los lectores en español, porque es difícil encontrar páginas más certeras a propósito del dolor y sufrimiento humanos en esta lengua.

- Sándor Márai. “La hermana”. Editorial Salamandra. Barcelona 2007.


Escrita en 1946 a continuación de “El último encuentro”, esta novela es otro claro exponente de la especial sensibilidad y talento del gran autor húngaro para abordar las preocupaciones primordiales del ser humano, aquellas que trascienden los momentos históricos y las fronteras geográficas.

La pasión, el dolor, la enfermedad, el éxtasis del arte y el misterio de la muerte son algunos de esos temas intemporales que Sándor Márai trata magistralmente en estas páginas.

Esta obra es la última que publicó en su país antes de exiliarse.

La enfermedad de un pianista famoso le sirve de excusa para profundizar en las entretelas del alma humana.

- C.S. Lewis. “El problema del dolor”. Editorial Rialp. Madrid 1995.


C.S. Lewis publicó este libro en el año 1947. En ese periodo habría abrazado la fe cristiana y todavía no había conocido a la que fue posteriormente su mujer. Tenía una gran fama ganada de apologista, y era muy conocido por sus lectores y oyentes de radio por su estilo directo, sentido práctico y poder de convicción.

En el libro pretende contestar a la pregunta: ¿Cómo se armoniza la realidad dolorosa con la bondad divina? A través de sus diez capítulos intenta aportar respuestas esperanzadoras a propósito del tema.

Cualquier persona educada en la tradición judeo-cristiana encontrará motivos suficientes en la lectura de este libro, para hacerla precisamente imprescindible.



[1] Rafael Alvira. “Sobre el humanismo”. Grupo de Trabajo para el Estudio de las Humanidades en España. Conferencia de Educación. 1998.

[2] Petrarca, Bruni, Valla, Pico della Mirandola, Alberti. “Manifiestos del humanismo”. Selección, traducción, presentación y epílogo de María Morrás. Ediciones Península. Barcelona 2000.

[3] Francisco Rico. “El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo”. Editorial Destino. Barcelona 2002.

[4] Sándor Márai. “Tierra, tierra”. Editorial Salamandra. Barcelona 2006.

[5] Jacques Maritain. “Los derechos del hombre”. Editorial Palabra. Madrid 2001.


Iré incluyendo poco a poco las restantes diecisiete recomendaciones bibliográficas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desconocia que hubiera un Alberti humanista, o es un error?