Los cazadores aman el amanecer. La Naturaleza madruga siempre. El olor del rocio matinal, la intimidad observada del día por estrenar, son placeres difíciles de explicar. Escopeta, perro y carajillo en el cuerpo, acompañan la soledad del que busca a su presa para encontrarse a sí mismo. La caza es la soledad del hombre sedentario y civilizado. Por eso, Miguel Delibes encontró en la caza la semántica castellana que necesitó para llenar de pasos y letras sus libros.
Hubo un tiempo en el que todos los niños que estudiábamos el antiguo BUP transitábamos por "Las ratas", novela que nos enseñó a amar el sujeto, verbo y predicado sin muchas más pretensiones. Con la LOGSE no sé lo que se les recomienda leer a nuestros jóvenes.
El pasado viernes nos despertamos con la noticia de que Miguel Delibes había muerto. Nunca se ha dicho todo sobre un escritor, pero sobre él llegamos a la categoría del casi. No era una persona molesta, porque no quiso ser escritor, siéndolo. No quiso ser crítico, no le daba su bilis, preferió agotar sus días más como maestro que como sabio. Por esos motivos nunca fue molesto para ningún poder establecido. Todos se han sumado a recordarlo sin rencor y con dosis de cariño.
Miguel Delibes escribió como cazador que fue. Todas las mañanas y sin grandes pretensiones. De esta forma lleno su casa de libros y de trofeos, casi con la celeridad con la que pasa la mili del vecino.
Me gustaría resaltar en este breve comentario su aportación al periodismo español. Pasó por todos los escalones de un periódico de provincias con afán literario como fue "El Norte de Castilla". Allí encontró a jóvenes devoradores, que querían cazar leones, y él les enseñó a comenzar primero por la caza menor. Quién no ha cazado a un conejo nunca cazará a un león. Allí espoleó a José Jiménez Lozano, escritor de gran cilindrada, a Manu Leguineche y a Francisco Umbral, el castellano del siglo XX. Un día le dijo a Umbral: "Oiga usted escribe como quien mea". Delibes usted escribió como el que madruga para cazar. Descanse en paz.
Hubo un tiempo en el que todos los niños que estudiábamos el antiguo BUP transitábamos por "Las ratas", novela que nos enseñó a amar el sujeto, verbo y predicado sin muchas más pretensiones. Con la LOGSE no sé lo que se les recomienda leer a nuestros jóvenes.
El pasado viernes nos despertamos con la noticia de que Miguel Delibes había muerto. Nunca se ha dicho todo sobre un escritor, pero sobre él llegamos a la categoría del casi. No era una persona molesta, porque no quiso ser escritor, siéndolo. No quiso ser crítico, no le daba su bilis, preferió agotar sus días más como maestro que como sabio. Por esos motivos nunca fue molesto para ningún poder establecido. Todos se han sumado a recordarlo sin rencor y con dosis de cariño.
Miguel Delibes escribió como cazador que fue. Todas las mañanas y sin grandes pretensiones. De esta forma lleno su casa de libros y de trofeos, casi con la celeridad con la que pasa la mili del vecino.
Me gustaría resaltar en este breve comentario su aportación al periodismo español. Pasó por todos los escalones de un periódico de provincias con afán literario como fue "El Norte de Castilla". Allí encontró a jóvenes devoradores, que querían cazar leones, y él les enseñó a comenzar primero por la caza menor. Quién no ha cazado a un conejo nunca cazará a un león. Allí espoleó a José Jiménez Lozano, escritor de gran cilindrada, a Manu Leguineche y a Francisco Umbral, el castellano del siglo XX. Un día le dijo a Umbral: "Oiga usted escribe como quien mea". Delibes usted escribió como el que madruga para cazar. Descanse en paz.
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