lunes, 8 de marzo de 2010

Paulo Coelho, entre la autoayuda y el desconocimiento


Los periódicos inundan las horas de los domingos. Artículos, reportajes, entrevistas y opiniones se cuelan silenciosos para ocupar el sitio que la lluvia y el mal tiempo no dejan llenar de otro modo. Así llegué al XL Semanal del pasado fin de semana y me paré en su página 84. Esta es una sección de firmas y más concretamente la serie titulada “Leyenda personal” pertenece Paulo Coelho. El artículo que llamó mi atención se titulaba “William Blake, el visionario”. Por norma no leo nada de este autor ni del tipo de escritores al que se adscribe, todos los relacionados con la autoayuda, el pensamiento positivo y el buenismo. Entiendo que este tipo de pensamiento “light” que se resume en “uno puede conseguir lo que se propone, proponiéndoselo y pensando con fuerza en ello”, es de una fragilidad intelectual sospechosa y de una maldad intrínseca, ya que no hace justicia a lo que pasa en la realidad. El buenismo apuesta por causas previamente ganadas, como la paz, el medio ambiente o la diversidad, por lo que resulta altamente gratificante para quien lo proclama y para quien abraza ese mensaje. Con ideas sencillas, que no necesitan nunca de una ascesis exigente para su defensa, pretenden llegar a la esfera emocional de las personas, para hacerlas creer que los problemas de la vida son sólo problemas de actitud. Este postulado tan endeble y tan falaz siempre genera en mi anticuerpos.

En este caso, el título me atrajo en gran manera. William Blake fue un poeta, pintor y grabador inglés del siglo XIX, por el que me interesé de forma tangencial en una etapa de mi vida. Casi todos, incluido Coelho, lo definen como un genio poético “visionario”. Creyó que sus visiones interiores eran más reales que el mundo exterior y tendió a encarnarlas artísticamente. Su libro más celebrado es el “Matrimonio del Cielo y el Infierno”. En él Blake trazó un cuadro esotérico, con muchas claves propias de un libro de psicopatología, más que de una obra de ficción, en el que el mensaje final se resumía en que la realidad no nos depara nunca una alternativa totalmente inevitable; con tiempo, habilidad y buena actitud, encontraremos la forma de abrazar los dos extremos de esta alternativa. Según él, el mal se convertirá en bien, y de ahí su titulo. A Dios gracias, su influencia fue pequeña, y su proposición disparatada no recaló ni en la crítica literaria ni en el pensamiento de la época. Tuvo la suerte que sus postulados fueron rebatidos un siglo después por el gran pensador C.S. Lewis, que por medio de su magnífico libro “El gran divorcio, un sueño”, aplastaba intelectualmente su incursión psicopatológica con afán poético. El genial Lewis defendía en su obra que el mal puede ser anulado, pero no puede evolucionar hasta convertirse en bien, el tiempo no lo enmienda, es una alternativa insuperable.

William Blake no da para mucho, pero lo que me parece increíble es que Paulo Coelho apueste por este tipo de autores , posiblemente no sé si esto es autoayuda o desconocimiento. En su último artículo, sin duda, ambos conceptos son sinónimos.

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