miércoles, 29 de abril de 2009

Carla Bruni


Los franceses son nuestros vecinos ricos del quinto piso que ponen el volumen del televisor muy alto. Francia ha querido ocupar los primeros capítulos del libro de la Historia y eso les ha marcado de forma indeleble. El Siglo de las Luces fue la explosión de la razón encarnada en francés, que se tiñó con la sangre de todo el que se puso a tiro. Napoleón se atrevió con el mundo, y España le mostró el camino de vuelta.
En estos momentos gozamos de unas inmejorables relaciones con nuestros vecinos. Europa ha empequeñecido a los Pirineos, y parece que estamos más cerca de ellos.
Estos días nos ha visitado el Presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy y su bella esposa, Carla Bruni. Los acuerdos políticos, núcleo central de su visita, han sido del todo provechosos para ambas partes, a la vez que reafirman nuestra voluntad de encuentro. Hasta aquí todo normal.
Los medios de comunicación deciden, entonces, sobre cuál es la auténtica protagonista de esta visita al más alto nivel. No sé si recogiendo un sentimiento del pueblo español, o por indicación de la facción hortera y cateta de nuestra corte, decidieron que el elemento central informativo de la misma era la vida, vestidos, gestos y milagros de doña Carla Bruni. En esa tentación también cayeron los medios denominados serios. Sus tertulias se llenaron de juglares que glosaron las excelencias de la Bruni. O sea.
La verdad es que el tema tiene un mucho de “matarile”. Si Napoleón nos hubiese conocido bien, en vez de mandarnos a sus generales, nos hubiese conquistado con María Antonieta.
Menos mal que nos queda la visita de nuestro admirado Gonzalo Uribe, Presidente de Colombia, que vino con la verdad en la maleta, su dignidad a sus espaldas y una mujer alérgica al papel “couché”.

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