El premio es la tentación de la vanidad. Las medallas son la bisutería barata del honor. Los homu¡enajes son toda una fiesta para todos menos para el homenajeado, y los galardones son gabardinas viejas para días de sol.
Premio y castigo, palo y zanahoria existirán mientras exista el hombre. Parece ser que nuestra eterna tarea es la de simplificar nuestras tareas y el reconocimiento de las mismas.
El mundo del toro está en estos días revolucionado por la concesión de la Medalla de las Bellas Artres al diestro Francisco Rivera Ordoñez. Algunas voces han aplaudido esta concesión y otras pocas la han censurado. Todo hasta aquí, normal. No hay concesión de premio que se precie si no le acompaña una encontrada polémica. El problema viene cuando se ha hecho mortal José Tomás y se ha sumado a las voces críticas, devolviendo su medalla. No comprende los méritos del nuevo galardonado y menos al tribunal que los ha tenido en cuenta.
A mi pesar, José Tomás aburre en la prensa, en el campo de futbito y en toda su vida en blanco y negro. Sólo deslumbra vestido de luces en el albero. Conoce su trascendencia de torero de época y desprecia a sus coetáneos, compañeros incluidos. Es un error frecuente entre los genios. Desgraciadamente en el mundo del toro se echa de menos su participación en multitud de temas de interés, pero él opto sólo por hablar de la medalla.
En dos ocasiones ha intervenido José Tomás para opinar sobre sus compañeros, en la primera criticaba al "Induraín" de los toros, Enrique Ponce, y en esta segunda para deslucirle la medalla al mediático Rivera Ordoñez. Pobre balance para el que debiera ser modelo para los toreros que vienen. Para eso, mejor el silencio.
Premio y castigo, palo y zanahoria existirán mientras exista el hombre. Parece ser que nuestra eterna tarea es la de simplificar nuestras tareas y el reconocimiento de las mismas.
El mundo del toro está en estos días revolucionado por la concesión de la Medalla de las Bellas Artres al diestro Francisco Rivera Ordoñez. Algunas voces han aplaudido esta concesión y otras pocas la han censurado. Todo hasta aquí, normal. No hay concesión de premio que se precie si no le acompaña una encontrada polémica. El problema viene cuando se ha hecho mortal José Tomás y se ha sumado a las voces críticas, devolviendo su medalla. No comprende los méritos del nuevo galardonado y menos al tribunal que los ha tenido en cuenta.
A mi pesar, José Tomás aburre en la prensa, en el campo de futbito y en toda su vida en blanco y negro. Sólo deslumbra vestido de luces en el albero. Conoce su trascendencia de torero de época y desprecia a sus coetáneos, compañeros incluidos. Es un error frecuente entre los genios. Desgraciadamente en el mundo del toro se echa de menos su participación en multitud de temas de interés, pero él opto sólo por hablar de la medalla.
En dos ocasiones ha intervenido José Tomás para opinar sobre sus compañeros, en la primera criticaba al "Induraín" de los toros, Enrique Ponce, y en esta segunda para deslucirle la medalla al mediático Rivera Ordoñez. Pobre balance para el que debiera ser modelo para los toreros que vienen. Para eso, mejor el silencio.
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