Érase una vez un trabajador en la época de las vacas gordas que decía estar quemado. Hubo tantos que se sintieron en sus diferentes puestos de trabajo como el que salía de un horno que hubo que definir el conjunto de síntomas que padecían. Vino en llamarse el "Síndrome del Burnout" o "Síndrome del quemado". Todo el mundo estaba achicarrado y los estudiosos del llamado "clima laboral" hicieron su Agosto. No existía reunión de "Recursos Humanos" que se preciara que no tratara del tema. Se estaba más pendiente de la temperatura en el trabajo que de la productividad del mismo y en eso que vinieron las vacas flacas.
Nos encontramo entonces con las mismas tardes grises para el mismo número de gente supuestamente quemada, pero en esta época de estrecheces, optaron por el silencio. Eso hizo que lo del "Síndrome del Burnout" pasaran pronto a la historia de síndromes ficticios con promesa de regreso. No hay ningún estudioso que se precie que gaste su tiempo ahora en cuestiones relacionadas con el clima laboral. La cosa se ha puesto como para pensar poco en temperaturas y mucho en el mantenimiento del trabajo. En palabras del Teniente Coronel Tejero: "Quieto todo el mundo".
En esta crisis observamos que existen dos tipos de trabajadores: los que pueden perder efectivamente su trabajo y por tanto no hacen bromas con él, y lo que por las características de su puesto es difícil que pueda perderlo, como los funcionarios, y por eso siguen jugando con él más de la cuenta.
En ese colectivo que sufre la crisis en versión reducida ha aparecido un nuevo síndrome laboral, denominado "Síndrome Boreout". El trabajor afecto de este nuevo conjunto de síntomas presenta infraexigencia en su tarea, aburrimiento en su jornada laboral y desinterés y falta de motivación en su desempeño. Es la versión moderna del conocido no dar golpe en la oficina. Confío en que los estudiosos no se ocupen mucho de él, porque la situación no está para jugar.
La crisis ha enterrado al quemado y ha visto nacer al desmotivado, y mientras nosotros decidiendo si son galgos o podencos las oportunidades que estamos perdiendo de remontar el vuelo. No hay quien nos entienda.
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