La mitología griega nos cuenta que los únicos mortales sobre la Tierra eran los varones, a quienes el titán Prometeo, desafianso al dios Zeus, entregó al fuego. La venganza de Zeus fue la de ordenar la creación de la primera mujer, que la entregó en matrimonio al hermano de Prometeo. Su nombre era Pandora, la que lo da todo. Como regalo de bodas, Zeus le entregó una caja, con la advertencia que no debía abrirla nunca. Ella un día cedió a la curiosidad y terminó abriéndola. De la misma comenzó a liberarse la muerte, la enfermedad, la desesperación, la malicia, la vejez, el odio, la violencia, la guerra y el resto de maldades que conocemos.
Pandora al comprobar lo que había ocurrido, cerró la caja y pudo conservar un regalo dentro de la misma. Este precioso y único bien preciado que se conservó fue la esperanza, para que así los hombres no cedieran de forma definitiva frente a todo tipo de adversidades que la vida nos va poniendo en nuestro camino.
En este tiempo de turbulencias, donde los males económicos comienzan a acechar no sólo a nuestros bolsillos, sino a nuestro ánimo, debemos recordar que en la caja de Pandora todavía se encuentra la esperanza.
Ya lo decía el apostol de los gentiles, San Pablo, que las virtudes teologales son la fé, la esperanza y la caridad. El mejor antídoto a la crisis es tener fe en Dios y en el hombre, no abandonar nunca la esperanza y practicar la caridad con más frecuencia de lo que lo hacemos.
La crisis nos invita en muchas ocasiones a sacar lo peor de nosotros mismos, y ese es un camino errado. Las personas le plantamos cara de forma efectiva a la adversidad si sacamos lo mejor que tenemos, utilizamos altas dosis de determinación, de realismo, de comprensión, pero sobre todo y siempre, de amor.
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