La lluvia abre la puerta al invierno. El agua surca las calles de Málaga con el deseo de encontrarse con un mar que a fuerza de ser gris espanta a las gaviotas a una tierra más caliente y segura. Las luces que acompañan a nuestras calles se han teñido de tristeza y los negocios claman por el cliente perdido.
España no termina de creerse que ha vuelto a ser pobre, y los políticos siguen ejerciendo de nuevos ricos sobre los escombros de una sociedad que no quiere rendirse.
Las pensiones serán historia en el futuro y el pollo con patatas vuelve a las mesas de nuestros hogares. Los tiempos de "foie", ensalada fría de carabineros, sueño de pularda con trufas y la espuma de bacalo, regados por "Pago de Carro Ovejas" son no historia, sino prehistoria.
Hay algo que no cambia año tras años, que no es otra cosa que la buena nueva de que Dios se ha hecho niño. Que su madre, la bella Virgen María, no encontró ni posada ni lugar amigo para dar a luz, pero que su Hijo sigue cambiando la Historia, llamando a nuestros corazones.
Jesús, hecho niño, nos interpela sobre la esencia de lo que somos, año tras año. Las burbujas del cava no ejercen interferencias sobre el gesto delicado que el niño Dios nos concede a nuestro corazón, para recordarnos que lo mejor de nosotros mismos comienza con Él y acaba en Él.
Debemos dar gracias esta Nochebuena de lo que tenemos y debemos confiarle a ese niño llamada Jesús que para encontrarnos con nuestra mejor versión necesitamos de su ayuda.
Feliz Navidad y que el niño Dios los bendiga.
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