La semana pasada pude participar en el VI Certamen Internacional de Escuelas Taurinas celebrado en Málaga. Desde la Escuela Taurina de Málaga, uno de sus gerentes, mi amigo Óscar, me pidió que presidiera una novillada de clasificación y la gran final. No pude negarme y acepté gustosamente su invitación. En estos momentos de dudas y críticas a nuestra gran fiesta, debía dar un paso adelante. Es más fácil siempre ver los toros desde la barrera, pero a veces hay que mojarse más y así entendí yo que era mi labor en este certamen.
No alcanzo a saber cuánto sé de toros, me considero un buen aficionado y me gusta escribir sobre ellos. En la palabra es donde me encuentro cómodo y seguro. Conozco el reglamento, y entiendo que sé valorar la lidia de un toro. No tengo prácticamente experiencia en presidir festejos, pero lo hago con ilusión, con intención de ser justo y de no engañar a nadie, toreros y público.
En el primer día entendí que no debí otorgar ningún trofeo en forma de oreja y eso me supuso dos grandes y sonoras pitadas. Los toreros lo intentaron, pero interpreté que el público no pidió los trofeos de forma mayoritaria. Los entendidos me apoyaron, incluso los periodistas, argumentando que estuve firme en mi criterio. No es agradable recibir dos broncas de miles de personas, pero entra dentro del sueldo (recordar que no se cobra nada siendo presidente de una corrida de toros). A mí me hubiese gustado que hubiesen triunfado los jóvenes pero por desgracia no ocurrió, tanto fue así que ninguno de los participantes de ese día pasó a la gran final. Mi mujer y mi hijo me acompañaron ese día, junto con unos amigos y sus hijos, y pasaron un mal rato. Qué vamos a hacer.
La gran final fue diferente. Los toreros estuvieron mejor y pudieron tejer faenas que el público ovacionó. Concedí ese día 4 orejas, tres a Tomás Campos y una a David Fernández. Las primeras orejas que concedí fueron precedidas de petición mayoritaria del público y la segunda que concedí al diestro de Badajoz, Tomás Campos, en su segundo novillo, lo hice como premio a una faena impecable para un principiante en una gran plaza en la que su estocada no fue del todo correcta pero sí efectiva. El público también lo entendió así, el jurado también, ya que lo proclamó vencedor del certamen, pero algunos críticos taurinos escribieron que no utilice un criterio acertado, y el crédito y reconocimiento que me concedieron el día anterior casi me lo retiraron. Por fortuna, las crónicas del día siguiente se centraron en los toreros y muy poco en mi labor. De esa forma creo que deberían ser las cosas, todo para los actuantes y un rincón para el resto. En la gran final no tuve pitos y sí que me gané comentarios críticos, alguno implacable y otros dándome el beneficio de la duda, ya que yo también estoy aprendiendo como los toreros. Todas las acepto y es el precio a pagar por dar el paso al frente y no refugiarme en la tranquilidad de las tablas.
La experiencia en su conjunto ha sido positiva, me ha ayudado a crecer, a conocerme mejor, porque nunca me habían abroncado miles de personas, y a entender las críticas cuando no son positivas. Si todo me ayuda a ser mejor en otra ocasión habré acertado, si no metabolizo bien las cosas pues me habré equivocado. Entiendo que uno no es ni muy bueno ni muy malo, sino que en ocasiones se está más acertado y otras menos. Lo que si tengo claro es que intenté en todas mis decisiones obrar justamente.
Gracias a los que se acordaron de mi para darme la oportunidad de ayudar e intentar sumar, a mi asesores Pirri y Paco, y a todos ellos les digo: "La Malagueta bien merece una pitada".
1 comentario:
tampoco creo que tanta gente te hecharan la bronca,cada persona tiene su opinion y la verdad es que creo que lo hicistes muy bien y como bien has dicho eso te hace mas grande.El año que viene te animas otra vez..
Publicar un comentario