miércoles, 29 de abril de 2009

Carla Bruni


Los franceses son nuestros vecinos ricos del quinto piso que ponen el volumen del televisor muy alto. Francia ha querido ocupar los primeros capítulos del libro de la Historia y eso les ha marcado de forma indeleble. El Siglo de las Luces fue la explosión de la razón encarnada en francés, que se tiñó con la sangre de todo el que se puso a tiro. Napoleón se atrevió con el mundo, y España le mostró el camino de vuelta.
En estos momentos gozamos de unas inmejorables relaciones con nuestros vecinos. Europa ha empequeñecido a los Pirineos, y parece que estamos más cerca de ellos.
Estos días nos ha visitado el Presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy y su bella esposa, Carla Bruni. Los acuerdos políticos, núcleo central de su visita, han sido del todo provechosos para ambas partes, a la vez que reafirman nuestra voluntad de encuentro. Hasta aquí todo normal.
Los medios de comunicación deciden, entonces, sobre cuál es la auténtica protagonista de esta visita al más alto nivel. No sé si recogiendo un sentimiento del pueblo español, o por indicación de la facción hortera y cateta de nuestra corte, decidieron que el elemento central informativo de la misma era la vida, vestidos, gestos y milagros de doña Carla Bruni. En esa tentación también cayeron los medios denominados serios. Sus tertulias se llenaron de juglares que glosaron las excelencias de la Bruni. O sea.
La verdad es que el tema tiene un mucho de “matarile”. Si Napoleón nos hubiese conocido bien, en vez de mandarnos a sus generales, nos hubiese conquistado con María Antonieta.
Menos mal que nos queda la visita de nuestro admirado Gonzalo Uribe, Presidente de Colombia, que vino con la verdad en la maleta, su dignidad a sus espaldas y una mujer alérgica al papel “couché”.

jueves, 23 de abril de 2009

El espeto de sardinas


El espeto de sardinas es el caviar de Málaga. El humilde pez atravesado por la sencilla caña, sin traspasar su armazón en forma de raspa con espinas, conociendo los rigores de unas brasas cercanas de vulgar leña, confía en que el punto de sal exacto y la marisma obren el milagro.
Lo que comenzó por ser comida de humildes se ha convertido en manjar de dioses. Los pescadores tras acabar de faenar y vender su botín, se quedaban con el pescado sobrante, denominado "bastina". Lo que no daba el dinero, lo proporcionaba el conocimiento en la frescura y calidad del pescado y en la forma de cocinarlo.
Los nuevos ricos consideran que ellos fueron los que descubrieron a los chiringuitos y a su producto estrella, el espeto de sardinas. Ni una cosa, ni otra. Los primeros emergieron sin esperar la cartera del turista, ni la del catedrático del ladrillo, y ya en el siglo XIX le enseñó "Migué el de la sardina" a don Alfonso XII, que se olvidara del cuchillo y el tenedor y que diera cuenta de su plato con sus propias manos. El monarca borbón, aprovechando su visita a la comarca de la Axarquía, para conocer de primera mano los destrozos de un seismo, no quiso perder la ocasión de ir a visitar el chiringuito de Miguel Martínez, y dar fe de lo que le contaban los cortesanos a propósito de las sardinas heridas por una caña que la traspasaban.
Quiero acordarme del espeto de sardinas y del chiringuito en estos momentos, en que de nuevo los "chef" españoles se sitúan entre los primeros del mundo y en los que los chiringuitos no quieren convertirse en historia. Ferrán Adriá reconoce que el espeto de sardinas es uno de los mejores exponentes de la cocina creativa. Se me ocurre que lo mejor que podían hacer los chiringuitos en su defensa era precisamente congregar a todos los nuevos profetas de la nueva cocina para una "sardiná". Es más fácil meterse con mi amigo Lucas que con Ferrán Adriá.

jueves, 16 de abril de 2009

Festival de Cine Español de Málaga


El cine es la realidad enlatada. Lágrimas y sonrisas falsas que soñaron alguna vez con ser reales. Personajes y diálogos que suplantaron a los auténticos. “Con ayuda del cine se pueden tratar las cuestiones más complejas del presente a un nivel que durante siglos ha sido propio de la literatura, la música o la pintura”, escribía el director de cine ruso Andrei Tarkovski.
El cine español sufre los envites de la crisis actual. Los espectadores lo abandonaron en un principio, y en esa huída también le acompañó el dinero. La industria cinematográfica española vive en buena parte de la subvención con dinero público. A pesar de todos esos inconvenientes, Málaga la próxima semana, seguirá confiando en él. Como años atrás se dará cita en nuestra ciudad el Festival de Cine Español. Todos son preparativos y cruces de dedos para que todo salga bien.
Hoy he encontrado mi razón personal para apoyar este evento. En el marco de los Encuentros Empresariales 2009, organizados por el Festival de Málaga, se encuentra entre una multitud de actividades la entrega de los premios Expocine 2009. Mi admirada periodista y actriz, Cayetana Guillén Cuervo, será una de las galardonadas, en concreto con el premio a la mejor labor de promoción del cine en las salas, que le será entregado por Juan Ramón Gómez Fabra, presidente de la Federación de Cines de España.
Cayetana soñó con ser actriz y descubrió que era una magnífica comunicadora. Su belleza serena y sugerente, junto con su finura en la crítica e inteligente actitud provocadora, la convierten en la mejor defensora del cine español.
Fue sorprendida por la televisión en la realidad, y gracias a su programa semanal de cine español en Televisión Española, abandonó los papeles que quisieron hacerla Guillén Cuervo y pudo reencontrarse con Cayetana. Merecido premio.

jueves, 9 de abril de 2009

El reloj de José Tomás


Las agujas del reloj son las cadenas del hombre moderno. Horas, minutos y segundos son grilletes caprichosos que esclavizan nuestros pasos. Nunca hubiese pensado el monje benedictino Gerberto, posteriormente Papa con el nombre de Silvestre II, que su invento con pesas y ruedas del siglo X, no sería motivo de liberación para el hombre. La persona común sólo puede añadir diseño y distinción a sus nuevas esposas. El hombre extraordinario basa su grandeza en que vive el tiempo sin reloj.

José Tomás cuando luce su traje de torero en medio del albero, hace un ejercicio de desprecio al tiempo. Asistir al hecho maravilloso de verlo meciendo su muleta, puede ser presagio de lo eterno. El arte nunca conoció de segundos sino de épocas.

Ningún artista necesitó de reloj. Las obras artísticas sitúan su marco temporal en el de la Historia. “Las meninas” no pertenecieron nunca al siglo XVII. El hombre que porta la carga de su contribución a la belleza y a la verdad, goza con lo histórico y es tentado para que desprecie lo contemporáneo. El verdadero artista nunca olvidó su tiempo y sintió desprecio por sus coetáneos, todo lo contrario, quiso ser siempre hombre.

José Tomás es un torero de época con muñecas despejadas, al que Málaga siempre lo espera y le recuerda que no es necesario prescindir de su tiempo y sus gentes, para pasearse por la Historia.

martes, 7 de abril de 2009

El chiringuito


El chitinguito fue el principio. Primero vino la cañita fresquita, le siguieron los espetos y la sombra, y un buen día se les unió la playa. Acto seguido el mar no quiso perderse semejante compañía, e hizo acto de presencia.
Málaga no se entiende sin su Mediterráneo, sus playas y sus chiringuitos.
Algunos defienden que el chiringuito de pata negra, es la versión cañí de la nueva cocina creativa. Y todo parece ser por su gusto compartido por el minimalismo. Poco espacio, escasa carta, estrecheces por doquier y precios a lomos de una cometa. Hasta en los precios se parecen.
Entre caña y caña y esperando que abran sus puertas, nos enteramos que unos determinados políticos se han empeñado en "deconstruir" nuestros bienes de interés culinario.
Aviso a políticos despistados y demás navegantes: no podrán con nuestros chiringuitos, no pudo ni el mísmisimo George Dan con su conocida y horrible canción.

La primavera


La primavera es la hermana adolescente de las estaciones. Con desparpajo se atreve a ir acercándose al sol, y todo lo agradecemos.
El pasado invierno fue un señor frío enfundado en un traje gris, que ha portado durante mucho tiempo un paraguas.
Cambiamos de atuendo, y debieramos hacerlo de actitud frente a la vida. Las crisis paren personas rocosas pero enperanzadas.
Los diferentes pólenes participan en la fiesta, y sirven de aperitivo todo tipo de antihistamínicos, corticoides y broncodilatadores. Las hormonas nos recuerdan que somos hombres y mujeres, y nos invitan a estrechar lazos.
Málaga en pocos días conocerá sus jornadas de pasión, pero estará presta a vivir sus días de gloria. Málaga es la poesía de esta primavera.

El premio

El premio es la tentación de la vanidad. Las medallas son la bisutería barata del honor. Los homu¡enajes son toda una fiesta para todos menos para el homenajeado, y los galardones son gabardinas viejas para días de sol.
Premio y castigo, palo y zanahoria existirán mientras exista el hombre. Parece ser que nuestra eterna tarea es la de simplificar nuestras tareas y el reconocimiento de las mismas.
El mundo del toro está en estos días revolucionado por la concesión de la Medalla de las Bellas Artres al diestro Francisco Rivera Ordoñez. Algunas voces han aplaudido esta concesión y otras pocas la han censurado. Todo hasta aquí, normal. No hay concesión de premio que se precie si no le acompaña una encontrada polémica. El problema viene cuando se ha hecho mortal José Tomás y se ha sumado a las voces críticas, devolviendo su medalla. No comprende los méritos del nuevo galardonado y menos al tribunal que los ha tenido en cuenta.
A mi pesar, José Tomás aburre en la prensa, en el campo de futbito y en toda su vida en blanco y negro. Sólo deslumbra vestido de luces en el albero. Conoce su trascendencia de torero de época y desprecia a sus coetáneos, compañeros incluidos. Es un error frecuente entre los genios. Desgraciadamente en el mundo del toro se echa de menos su participación en multitud de temas de interés, pero él opto sólo por hablar de la medalla.
En dos ocasiones ha intervenido José Tomás para opinar sobre sus compañeros, en la primera criticaba al "Induraín" de los toros, Enrique Ponce, y en esta segunda para deslucirle la medalla al mediático Rivera Ordoñez. Pobre balance para el que debiera ser modelo para los toreros que vienen. Para eso, mejor el silencio.