El pepino no merecía esto. El orgullo de la huerta española se ha visto involucrado en una crisis sin precedentes, y además sin comerlo ni beberlo. Una consejera de Hamburgo, Cornelia, para más detalle, dirigió su dedo acusador frente a nuestra hortaliza, acusándola de ser la responsable del brote de la bacteria enterohemorrágica que se ha cobrado ya varias víctimas humanas en Europa.
Menos mal que la Comisión Europea levantó ayer la alerta sanitaria sobre los pepinos españoles que había establecido el pasado jueves por esa posible relación causa-efecto entre varias partidas de pepinos procedentes de Andalucía y el brote de 'E.coli' registrado en el norte de Alemania.
Los agricultores han puesto el grito en el cielo. No se podía tratar de forma menos profesional esta alerta sanitaria por parte de los responsables alemanas, y no podían reaccionar tan tarde los responsables políticos españoles.
A perro flaco todo son pulgas. No podía venir en peor momento esta crisis que ha generado millones de euros de pérdidas en nuestra maltrecha economía.
En Centroeuropa nos han hecho la pascua, y han querido hundirnos más en nuestra miseria atacando al rey del gazpacho. Si el origen de los pepinos hubiese sido francés o belga, los políticos alemanes se hubiesen andado con más tiento, no les quede ni la menor duda. Está claro que las crisis en España deben surgir los lunes y no los viernes. Los responsables han tardado varios días en intentar poner orden en este galimatías. Esa tardanza ha sido tan perjudicial como los efectos de la maldita bacteria.
Mientras, Bruselas no habla claro ni alto, Berlin calla y nosotros a pagar el pato. Pero no podemos pedirle peras al olmo si nosotros en el fin de semana estábamos ocupados en sucesiones, homenajes a la bandera descafeinados y comuniones varias.
Al César lo que es del César y al pepino siempre el apelativo supino.
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