La oscura noche del triste lunes fue espectadora de un encuentro de fútbol doloroso para todos los madridistas. La derrota en el equipo blanco no es trago de gusto, y la de ayer menos aún. El Real Madrid quería presentarle sus credenciales de equipo ganador a un Barcelona cuajado, hecho a fuego lento durante mucho tiempo, y que es en la actualidad el mejor equipo de fútbol del mundo. Hasta ahí todo normal. Las esperanzas de la parroquia blanca de que una vez por todas pudiéramos dar un golpe de efecto en el terreno del todopoderoso Barcelona, se esfumaron en 15 minutos y se convirtieron en trágicas cuando finalmente un irritante Iturralde pitó el final del partido.
En el "adn" del madridismo está la aspiración de ser el mejor del mundo. Esto hace que cada jugador tenga que asumir una cuota de sacrificio mayor que el resto de los jugadores del mundo y unas dosis de señorío que den cuenta de la calidad deportiva y humana de cada uno de ellos. Esa exigencia no es soportada ni soportable para todos los jugadores de fútbol, sólo para los que entienden que el fútbol es un deporte de señores.
Con la llegada de Mourinho al banquillo blanco esta temporada, todos los aficionados creímos que él nos orientaría en el atajo perfecto para llegar a la madurez como equipo en vez de en 2-3 años, en 2-3 meses. Y en el fútbol no hay atajos. El equipo de Guardiola se lo hizo ver al Madrid anoche.
El Real Madrid perdió el partido porque se enfrentó a un Barcelona que dio muestras suficientes de solvencia en su juego, velocidad, precisión, fortuna, sacrificio y espíritu ganador. Ellos saben que son los mejores, pero que pocas veces en este año se encontrarán con un partido como el de ayer en el que todo el guión se cumplió. Fue el sueño perfecto para cualquier "culé". Tuvieron el balón y eso les concedió la alegría, y frecura en sus piernas y en sus mentes. Sólo pensaron en su juego, no en el del rival.
El Real Madrid no encontró su juego directo y mortal por varias razones. La primera porque se encontraron con un equipo inabordable. La segunda porque no tuvieron nunca el balón. Estuvieron detrás de él todo el encuentro y eso cansa las piernas y la mente. El Real Madrid es grande cuando se sacrifica, y ayer no lo hizo. Su orgullo herido no fue suficiente. El Real Madrid es directo cuando goza con la libertad que procura el balón y ayer estuvieron encadenados al juego del Barcelona.
Los blancos son un equipo grande y tienen a un entrenador insolente pero muy inteligente. Esta amarga derrota debe mostrarles el camino que aún les queda. Si de la contradicción aprenden, serán campeones, si la desprecian, se empequeñecerán.
Mourinho debe mostrarles a sus jugadores el equipo que serán pero que todavía no son, y debe ayudarles a que crezcan y laman sus heridas con sencillez y espíritu ganador.
El año pasado el Inter en su primera comparecencia en el Camp Nou sufrió una dura derrota, pero aprendió de ella y fue campeón de la Champions.
Los madridistas confiamos en que nuestros jugadores no van a renunciar al fútbol y encontrarán el camino para ser más fuertes. Todos los merengues los acompañaremos en este valle de lágrimas y nos enfretaremos a los retos del futuro con el espíritu ganador que nos caracteriza. Ahoa necesitamos al Mourinho cercano y no al distante y altivo.