Uno en la vida nunca elige a sus compañeros de viaje. Eso es una tremenda suerte, porque así podemos huir de los terrenos aledaños al egoismo. Trabajaremos en multitud de proyectos con gente desconocida, incluso que nos cae mal, pero eso es lo de menos. Una vez que se comparte tarea el resto del grupo debe tener la certeza de que ninguno será ya abandonado a su suerte.
Cuidar al débil, ayudar al equivocado y hacer justicia con el que nos deja, robustece a ese grupo de personas que siempre tendrá la certeza de que nunca ninguno será abandonado a su suerte.
Seguro que así se sintieron los soldados canadienses que cayeron en la Guerra de Afganistan. Sus compañeros y sus familias seguro que se sienten orgullosos de un país que no los olvida.
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