miércoles, 17 de noviembre de 2010

Contra el olvido

Marta del Castillo es la joven asesinada por lo peor de una España negra que no duerme La versión canalla, cobarde y asesina fue la interpretada por el asesino de la sevillana. Se valió de la confianza de la joven para cebarse con su debilidad y asesinarla. Matando y escondiendo el cadaver de Marta, nos mataba un poco a todos  y dificultaba la acción de la Justicia.
Los españoles de bien hemos entendido perfectamente el gesto de los padres de Marta. Sin olvidar su dolor profundo, han querido llamar a nuestras puertas y pedirnos nuestra firma para que estos cobardes asesinos no tengan sitio en nuestra sociedad. El lugar de este tipo de canallas es la cárcel, y sólo la cárcel.
Con sencillez se presentaron a las puertas del Congreso de los Diputados, con un millón seiscientas mil firmas, para que los escucharan unos políticos que se quedaron sordos a fuerza de no atender a los ciudadanos. Existe demasiado ruido en el hemiciclo para que se puedan interesar por nosotros.
Casi al mismo tiempo, los padres de Antonio Meño han recibido la noticia de que el Tribunal Supremo reabre el caso de su hijo. La trágica historia comenzó el 3 de julio de 1989. Antonio Meño, un joven estudiante de Derecho decidió someterse a una operación estética para mejorar el aspecto estético de su nariz. La intervención no revestía, en principio, la más mínima gravedad, pero tras unos acontecimientos dentro del quirófano que veinte años después todavía no han quedado claros, el joven salió del quirófano en una situación de coma irreversible, en estado de coma.
Desde ese momento, la familia Meño mantuvo una dura batalla judicial en la que ha intentado descubrir la verdad sobre lo que ocurrió aquel fatídico día en el quirófano. Pero año tras año, los padres del joven fueron perdiendo las sucesivas batallas judiciales y se fueron endeudando, hasta el punto de que ahora la Justicia les reclamaba 400.000 euros de costas judiciales.
La familia con Antonio llevaban un año acampados frente al Ministerio de Justicia, clamando en el desierto. Los ciudadanos nunca abandonaron a esta familia.
Dos historias actuales que entonan un canto a la dignidad humana, a la autenticidad, frente al olvido de una sociedad que no se reconoce en sus políticos pero que cada vez se parece más a la que se empeñan las televisiones en implantar.
Mientras por aquí discutimos sobre quién tiene que regar unos árboles de un parque que no existe, y que al paso que vamos, no veremos.


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