Para ser una persona de altos vuelos, a uno no debe importarle permanecer un tiempo a ras de suelo. Las personas somos examinadas diariamente y muchas veces no pasamos el corte. A veces el examinador no nos conoce, pero tiene la facultad de cortarnos las alas. Lo bueno es que pueden volver a salir cuando uno comprueba que los que sí han compartido con él desvelos, trabajos y sueños, se ponen en lo alto del pupitre y nos dicen "Oh, capitán, mi capitán".
No hay mayor reconocimiento que el de los propios, sobre todo cuando no se busca.
Si se siente alagado por los que no lo conocen y cuestionado por los suyos, deténgase. Si sólo se siente alagado por los que le deben obediencia y por los desconocidos, tiene un problema.
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