La noche de ayer sábado fue especial en lo futbolístico. El Real Madrid visitaba la Rosaleda y el Barcelona se enfrentaba por primera vez a un equipo medianamente solvente.
El Madriz sólo necesitó 45 minutos para demostrar que juega en una liga diferente al Málaga. Este año estamos muy ilusionados con el nuevo proyecto del equipo de la capital de la Costa del Sol, pero alguien debe poner cordura en este entusiasmo desmedido porque la realidad va a ser demasiado dura en su juicio. El Málaga no era buenísimo antes de venir el Madriz, ni malísimo tras su derrota frente a él. El equipo debe aspirar a la confirmación del mismo como tal, cuidando la aportación de los nuevos jugadores, la mayoría de ellos pasados en edad, y otorgando al entrenador el nivel real que tiene y no otro. Se debe aspirar a mantener la categoría sin tantas urgencias como las de años previos. Posiblemente en jornadas sucesivas se llegue al nivel del equipo del último año de Antonio Tapia. Mientras debemos darle algo de respiro.
El Madriz quiere este año cambiar la tendencia de años precedentes, y quiere mostrar con un fútbol directo, rapidísimo y de gran calidad, que en el planeta futbolístico existe un estilo diferente al del toque de Guardiola.
El Barcelona anoche no encontró la fortuna que habitualmente tiene, y las ayudas arbitrales le llegaron un poco tarde. Su juego sigue siendo superior al del resto de equipos, pero sus dudas comenzarán a convertirse en nerviosismo cuando no recuperen el liderato tan fácil y en la Champions jueguen con algún equipo de entidad.
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