La Medicina de Familia está en crisis. En el último día de asignación de plazas MIR de la presente convocatoria de acceso al posgrado por parte de los médicos, quedaron sin cubrir 267 plazas de Medicina de Familia. Sólo unos días antes a que se produjera este hecho la Comisión Nacional de la Especialidad dimitió en bloque, por entender que el Ministerio de Sanidad y Política Social, no habían atendido ninguna de las recomendaciones en la reforma del posgrado. Hace sólo unas semanas, un conocido Médico de Familia madrileño, el Doctor Casado, dimitió como director de su centro de salud, y en su carta de despedida decía que la Atención Primaria sigue sin ser valorada. El 12 de Abril se celebró el Día Mundial de la Atención Primaria, y por desgracia pasó con más pena que gloria, mereció denominarse la Noche Mundial de la Atención Primaria. Algo está pasando para que los médicos jóvenes no quieran convertirse en Médicos de Familia, la sociedad haya retirado parte de su confianza en ellos y los responsables sanitarios consideren sus problemas como temas no prioritarios. Todo esta ocurriendo en un entorno de crisis económica y de modelo sanitario muy importante, con un desarrollo formativo del Médico de Familia que no había tenido nunca antes en su historia y con una demanda social importante para el desarrollo y compromiso con la salud desde la Atención Primaria. ¿Es la crónica de una crisis anunciada?
Soy Médico de Familia, trabajo en el Centro de Salud de La Luz en Málaga. Asisto a 50 pacientes diarios aproximadamente, a los que dedico 5 minutos a cada uno, con la excepción de las mujeres embarazadas y aquellas que acuden al programa de la mujer, a las que dedico 15 minutos. Con mi compañera enfermera Reme, acudo a las visitas a domicilio que de forma programada o a demanda requieren las personas adscritas a mi cupo. Mi consulta está abierta tres mañanas a la semana y dos tardes. También me ocupo junto a mi compañera enfermera, María, de la formación continuada del centro, a la que dedicamos al menos una hora al día. Trato de tener algunas citas programadas con los pacientes que así lo necesitan todos los viernes. Algunos fines de semana trabajo en un punto de atención continuada o de urgencias de la ciudad. Tengo la suerte de recibir a alumnos de 6º de Medicina que procuran conmigo completar su formación clínica. El ambiente en el centro de salud es bueno y nos llevamos profesionalmente de forma correcta todos. Procuramos alinearnos con los objetivos marcados por nuestra organización y nos organizamos como una Unidad Clínica de Gestión. Gano un sueldo digno, que me permite atender las exigencias de mi hipoteca y la economía familiar. Las alegrías financieras o de consumo son ciencia ficción para mi, que asumo de manera estoica.
Para llegar a esta situación, me marché con 18 años de mi pueblo a estudiar la carrera. Tras seis años de sudar con los libros, finalicé mi grado. Posteriormente me presenté al MIR y elegí por convencimiento y vocación la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Estuve con esta formación posgrado tres años, tras haber cumplido durante 9 meses mis obligaciones con el Servicio Militar en Melilla. Tuve la suerte de completar mi formación con un doctorado, cuatro años, y un Máster en Gestión Sanitaria y Salud Pública, un año. He trabajado como Médico de Familia, pero también tuve el privilegio de ser directivo durante 8 años de un gran hospital. Allí pude aprender del resto de compañeros médicos de diferentes especialidades, profesionales magníficos, pero de mi misma pasta. Pude completar mi formación en el extranjero, en Dinamarca y Cánada. Finalmente me presenté a unas oposiciones y obtuve mi plaza actual de Médico de Familia, con 40 años. Han pasado 22 años desde que salí de mi pueblo hasta que he obtenido estabilidad en mi trabajo, y puedo afirmar que además he sido un privilegiado. Muchos compañeros míos no han tenido la misma suerte.
Todos los días en el desayuno discutimos sobre qué le está pasando a la Atención Primaria, que se ha convertido en la hermana pobre de la Sanidad. Entre café y café hacemos diagnósticos y pronósticos. Creemos que conocemos las soluciones, y la verdad es que no llegamos a formularlas.
No me quejo de los pacientes, sí del tiempo que puedo dedicarles. No conozco las salidas a esta crisis de la Primaria, pero sí me atrevo a decir que sin contar con los profesionales no hay solución.
Me siento orgulloso de ser Médico de Familia, me lo hacen sentir mi mujer y mi hijo, mis padres, mis hermanos, mi familia en su conjunto, y sobre todo muchos de mis enfermos cuando confían en mí diariamente. Procuro ejercer mi trabajo dignamente todos los días, intento estar al día, dedicar lo mejor de mí a mis pacientes y mis compañeros, no acierto siempre y no satisfago todas las expectativas de mis pacientes y sus familias, y por supuesto, de mis jefes.
Utilizando las palabras de Esculapio a su hijo, le digo desde la humildad a todo aquel que piense ser Médico de Familia, permitiéndome alguna licencia : “Piénsalo bien mientras estás a tiempo. Pero si indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud, si sabiendo que te verás solo entre fieras humanas, tienes un alma lo bastante estoica para satisfacerte con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas pagado lo suficiente con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no sufre, con la paz de un moribundo a quien le ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino, hazte Médico de Familia”.
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