El sol ha sido uno de los mejores regalos que hemos tenido hoy. Después de tanta nieve y frío para helar a cualquier estatua que se precie, la caricia del astro rey en forma de luz y calor ha sido bienvenida.
No conocíamos Venecia y en poco menos de una hora desde Bolonia hemos llegado a lomos del tren de alta velocidad italiano, que puede mirar la trasera de nuestro AVE, sin duda por ser respetuoso con las nuevas normas de velocidad españolas.
Al llegar a la estación del tren, comprobamos que el Carnaval 2011 llena las calles de esta bella ciudad. Esther y Alejandro se pintan su cara, y a vivir el día. Visitamos el puente construido por nuestro querido compatriota Santiago Calatrava. Mi sobrino le pone pegas, por algo estudia Caminos. Es una maravilla, respeta la tradición de puentes de Venecia e incorpora la nueva arquitectura al mismo.
Después comenzamos a callejear, nos perdemos entre puentes, palacios e iglesias. Es un ejercicio bello. A cada giro de esquina, una nueva y agradable sorpresa.
Entre tanta pérdida y sorpresa, llegamos a las zonas más turísticas y por afluencia parece que es el Carrefour en hora punta, y con una cajera nueva. Llega a ser agobiante. Sólo sobrevive uno por la belleza que nos observa como espectadora inmutable.
Los trajes de los venecianos en Carnaval son ricos, bellos y excesivos. Yo no me muero por ellos, pero mi familia disfruta de lo lindo.
Comemos en un sitio magnífico cerca de un teatro, a precios no de turista, sino de industrial rico. Venecia bien merece una guardia pienso. Lo que ingreso por hacer una guardia lo gasto en poco menos de 40 minutos.
Los gondoleros nos ofrecen sus servicios por todos sitios, y al módico precio de 100 euros, navegamos por los diferentes canales. El paseo es tan agradable y tan "chic" que merece la pena.
Intentamos ver al "Hombre de Vitrubio" de Leonardo Da Vinci, pero nos comentan que sólo se puede ver cada 7 años. Volveremos más tarde, `pensé.
Disfrutamos mucho en la Plaza de San Marco y en el Café Florián. Nos queda poco tiempo y vamos a hacer algunas compras: corbatas y cristales de Murano.
El sol se desvanece con la llegada de la tarde. Los que vienen a vivir el Carnaval son legión, y los que debemos partir pensamos que seguro que alguna vez volveremos a esta ciudad por la que corre agua por sus venas.
Mañana madrugón y de regreso a España. Confío en que este viaje me dé para mucho y para poder compartirlo con vosotros.
Arrivederci.
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