Japón es el hermano herido. No podemos olvidarnos de él. La fatalidad se ha cebado con ellos, primero adquiriendo el rostro de maremoto, luego el de tsunami y finalmente el de una crisis nuclear sin precedentes.
Los japoneses no han tenido tiempo para reponerse, para llorar a sus muertos, están teniendo que librar una batalla durísima frente a las amenaza radiactiva que supone la maltrecha central nuclear de Fukushima.
En Europa estamos más preocupados de que no nos mientan los responsables del gobierno japones, que brindándoles nuestra ayuda. Se nos llena la boca de expresiones de alarma, pero nos estamos olvidando del sufrimiento de ese pueblo que se está enfrentando a una crisis complejísima con una dignidad envidiable. Los japoneses deben saber que independientemente de lo que ocurra en la central nuclear, todos vamos a estar con ellos ayudándoles.
Mención aparte merecen los 50 trabajadores de la central de Fukushima, que despreciando su vida, procuran que la catástrofe nuclear no llegue. Tienen muy presentes todavía las imágenes de Hirhosima y Nagasaki, y no quieren que su pueblo pase por algo parecido.
No son todos hombres, como se ha dicho en algunos medios, ni sólo ingenieros. Se trata de medio centenar de hombres y mujeres que son ingenieros técnicos, operarios, soldados, bomberos, policías...que luchan pertrechados con agua de mar contra la central de Fukushima. Ellos permanecieron cuando las autoridades niponas evacuaron a los otros 800 compañeros de la planta, después de la muerte de cinco de ellos y de la desaparición de otros dos. Mientras se evacuaba a las decenas de heridos, ellos se quedaban en la planta.
Ahora, se encuentran bombeando agua de mar a los reactores que están fuera de control, para así tratar de contener el calentamiento de los núcleos, ya que el terremoto y el tsunami inutilizaron los sistemas de refrigeración. Incluidos los de emergencia. Según dijo un funcionario japonés a la cadena CBS, todos se encuentran bien y "no tienen miedo a morir porque dicen que es su trabajo". El sentido de sacrificio por el bien de la comunidad es un rasgo muy acuciado en la cultura nipona, y mucho más en estos trabajadores. Un experto en psicología dio la clave en The New York Times: estos trabajadores conciben su profesión de un modo más cercano a la de los militares profesionales.
Vaya mi admiración y mis oraciones por ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario